Mi dojo no nace de la casualidad, la oportunidad ni de un impulso caprichoso.

Se crea por la necesidad de perpetuar un sentimiento profundo, de establecer una escuela sobre lo vivido y compartir conocimientos que puedan beneficiar a otros. Tiene identidad propia y creo lo más lógico que lleve mi nombre.

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Osawa Sensei Clase Altos Grados_28[1] Osawa Sensei y Madame Tamura Clase Altos Grados

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No comparto la opinión de ponerles títulos pomposos, rimbombantes, ni términos japoneses que tienen una traducción esotérica pero que no resulta comprensible en nuestra cultura latina.

Una escuela es algo más, diferente de un polideportivo habilitado para cualquier actividad donde se disipa el sentido profundo del Arte Marcial, aunque por sus dimensiones quizá sea buen lugar para que ocasionalmente se reúnan las distintas familias del Aikido.

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La presentación en el tatami ante la clase, es de obligada etiqueta. Considerar la presencia del Kamiza, la posición del maestro y el orden en la veteranía del alumno. Respetar el lugar de entrada y buena colocación de las zooris. Las pautas del comienzo son imprescindibles para considerar el momento.

La escuela de la práctica diaria no debe ser muy grande porque el grupo ideal, de 20 ó 30 personas, no lo exige. 100 ó 150m 2 estarían bien. La altura es necesaria para poder practicar con armas y que el espacio sea completamente diáfano para permitir las caídas sin peligro.

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En el desarrollo del trabajo hay que respetar las pautas de explicación de la técnica por parte del maestro. Respetuosamente, en seiza, educadamente atento a la explicación y en silencio para no perturbar el grado de concentración adquirido.

Iluminado de manera natural y con buena ventilación, a ser posible en las alturas para dar mejor salida al aire caliente. En mi opinión, grandes ventanales pero que no tengan un fondo hermoso, pues distrae la concentración. La decoración interior de madera, que lo ennoblece y lo hace más cálido y silencioso.

Buena orientación, a ser posible al mediodía para poder beneficiarse del amanecer y la puesta del Sol, que suelen ser el horario de trabajo. Desde luego pulcro.

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El tiempo de la práctica es un momento afanoso de esfuerzo y atención. Hay que repetir insistentemente para conseguir superar el recorrido que tenemos que hacer, a lo largo de algunos años, hasta llegar a la instalación en nuestro interior del gesto.

Pues así es mi dojo (escuela), que tras el transcurso de muchos años ha acumulado una gran cantidad de energía positiva.

En él se crea emoción, se afronta el riesgo, se impone el esfuerzo, todos dispuestos a compartir convivencia, implicación, respeto, y el rigor que presupone las exigencias de la Disciplina Marcial.

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Es recomendable, los estiramientos, al final de cada clase, Haishin Undo.

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De la misma manera que al comienzo de la clase, se debe mantener la etiqueta, a pesar de la fatiga.

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El maestro Tamura siempre dio ejemplo, de que sobre el tatami hay que ser respetuoso, con los compañeros e inclusive con el equipo, este es el momento de plegar la hakama.

El beneficio de la práctica nos reporta euforia, buen talante y felicidad.
Mis alumnos y yo en él nos encontramos felices.

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